Durante su larga historia, esta tienda queretana ha sobrevivido todo tipo de calamidades. Pero los últimos dos años la han puesto al borde del colapso: a las medidas restrictivas por la pandemia, se añadió un robo en la tienda y el cierre de tres semanas por contagio de Covid-19. Así busca recuperarse.
POR: PERLA OROPEZA
Nacida hace 115 años como sucursal de la marca francesa Tardan, la Sombrerería La Popular, ubicada en el corazón de la capital queretana, sabe muy bien cómo sobrevivir a las calamidades.
Durante su larga historia ha visto pasar una revolución, guerras mundiales, décadas de crisis económicas y sobresaltos políticos.
Pero los últimos dos años la han puesto al borde del colapso: a las medidas restrictivas por la pandemia, se añadió un robo en la tienda y el cierre de tres semanas por contagio de Covid-19.
José Sosa, propietario del establecimiento, dice que pensó en bajar la cortina definitivamente. Sin embargo, añade, “el amor propio me levantó”.
Hoy lanza un SOS a sus clientes para recuperarse lo más rápidamente posible. “Queremos resurgir como el ave Fénix”, expone.
Con el fin de allegar de recursos a la empresa, se busca que un número determinado de clientes pague por adelantado un sombrero.
“Como la tienda se funda en 1907 y este año estamos cumpliendo 115 años, lanzamos en redes el hashtag de #meCIENTOdeQUINCE un juego de palabras, el ciento en lugar de siento. Y de ahí se nos ocurrió la idea de, como me siento de 15, buscar un chambelán o, mejor, 25”.
Y es que, explica, a los proveedores hay que pagarles por adelantado y por eso se busca el apoyo de compradores.
Hasta ahora su campaña ha tenido un buen recibimiento y se espera llegar a los 25 “chambelanes” el 25 de marzo. Los sombreros que participan en esta promoción son los tipo Panamá.
José Sosa lleva 11 de sus 39 años al frente de la empresa. Cuatro generaciones de la familia Sosa han desfilado por la Sombrerería La Popular. “Mi bisabuelo empezó en 1907 con una sucursal de Tardan. En 1924 él se ganó la lotería y con ese premio pudo pagar el enganche para tener su propia tienda. Cuatro años después, en el 28, falleció y todavía no acababa de pagar lo que debía. Mi abuelo fue el que se hizo cargo y estuvo más al frente que nadie, hasta 1970, cuando se hizo cargo mi abuela apoyada por mi papá”, comenta en entrevista .
“Yo la tomé medio abandonada y la empecé a levantar, y de repente dio el subidón. Uno de los mejores años fue 2013, con ventas de 10 mil a 15 mil pesos a la semana. En una tienda que parecía que estaba medio muerta, se me vaciaban los aparadores en dos semanas”.
EL SOMBRERO ESTÁ DE MODA
Sosa confía en el futuro de La Popular. “Afortunadamente se está retomando la moda del sombrero. Los artistas y cantantes están volviendo a usarlo y además están los motivos médicos, porque el sombrero es la mejor protección solar. El cáncer de piel muchas veces empieza en la oreja porque no te cubres eso con una gorra ni con un bloqueador”.
Un problema que ha estado presente en los últimos años es la entrada masiva al mercado mexicano de sombreros chinos, a precios que no pueden competir los nacionales.
Por eso, La Popular da un lugar privilegiado a los sombreros mexicanos. Prácticamente todos sus proveedores son de San Francisco del Rincón, Guanajuato. Las excepciones son los Panamá Hats, que provienen de Ecuador y los Stetson, la más famosa marca de vaqueros de Estados Unidos, pero estos últimos únicamente se venden sobre pedido por su precio.
“Si quieres la versión barata del Stetson anda como en 3,500 pesos y te puedes encontrar hasta de 90 cien mil pesos”, explica Sosa.
En su tienda, añade, los precios van de 200 a 12 mil pesos. Pero poseen piezas de gran valor histórico, como un bombín de pelo de vicuña de 1903, que es más antiguo que la tienda misma y está en perfecto estado o el del aniversario del centenario de la fábrica de Tardan, que se fabricó en 1947. “Esas son las joyas de la corona”, expone José Sosa.
La Popular nunca ha sido fabricante de sombreros, pero toma el nombre de sombrerería por los servicios que ofrece, de lavado y planchado. “Eso nos ha permitido seguir vigentes. Porque los que saben de sombreros van a comprarme a mí y también los que me compraron ahí van a darle mantenimiento al sombrero, porque es recomendable que lo laves cada seis meses”.
Uno de los atractivos de la tienda es su mobiliario. Para los visitantes es como un viaje en el tiempo. “La gente entra mucho a la tienda nada más a ver, porque los muebles son los originales de 1907”.
Otro plus es la asesoría que se da a los clientes sobre los productos que adquieren. Porque no todos son lo mismo ni tienen igual uso. Por ejemplo, expone Sosa, “los sombreros Panamá, que son los más vendidos, dependiendo de la región donde se fabrique, es la rugosidad de la palma toquilla. Hay uno que es mucho más resistente y mucho más de batalla, que es como vigoroso, ese te lo puedes llevar de vacaciones, tiene una horma más sport, lo usan como para jugar golf, ir a los toros, una carne asada, a la playa, al pueblo mágico; y luego está el estilo fedora, que es de la palma toquilla un poco más suavecita, es ligerito, muy bonito y más bien para usarlo con una guayabera, para el bautizo, la primera comunión, cosas más elegantes».