Para celebrar medio siglo de vida, el FIC, uno de los festivales culturales más reconocidos del mundo, cuenta su propia historia de éxito.
En 1972, en el marco del Año del Turismo para las Américas, nació el Festival Internacional Cervantino (FIC). La fama adquirida por el activismo cultural universitario, junto con el gran escenario colonial de la capital de Guanajuato y el interés de impulsar al turismo para fortalecer la economía hicieron realidad esta gran fiesta que año con año crece y se fortalece.
Para celebrar su medio siglo de vida, el gobierno del estado de Guanajuato editó un libro conmemorativo, “FIC 50 años”, en el que se hace un recuento de la historia del festival.
Con más de 300 páginas y la colaboración de más de una docena de especialistas. La edición tiene un tiraje de 2000 ejemplares y fue coordinada por el Instituto Estatal de la Cultura (IEC).
Es un volumen que combina un despliegue gráfico con más de 500 imágenes del archivo del Festival Internacional Cervantino y la reflexión a través de los ensayos en los que colaboran cronistas, historiadores críticos de diversas disciplinas y exdirectores del festival.
En su participación dentro de esta obra, Juan José Álvarez Brunel, secretario de Turismo del Estado de Guanajuato, señala que uno de los efectos del FIC en estos 50 años ha sido la consolidación de la capital del estado como uno de los mayores atractivos turísticos de México.
“En los últimos 25 años el número de establecimientos de hospedaje de una a cinco estrellas pasó de 48 a 168, lo que muestra una variación del 250 por ciento, mientras que el número de habitaciones preesentó un incremento del 95 por ciento”.
El Festival Internacional Cervantino, expone Álvarez Brunel, “es uno de los mayores eventos culturales de América Latina por su número de visitantes y cobertura mediática. Su consolidación en el ámbito internacional de las artes escénicas le otorga un lugar especial entre los cuatro festivales más importantes a nivel mundial en los que convergen la música, el teatro, la danza, las artes plásticas y la literatura”.
En los últimos 10 años se ha llevado registro de los mercados emisores que visitan Guanajuato capital y se observa que los visitantes estatales provienen principalmente de León, Irapuato, Celaya y Salamanca, mientras que los visitantes nacionales son originarios mayormente de Ciudad de México, Jalisco, Querétaro y Michoacán. El principal mercado emisor del ámbito internacional es Estados Unidos, seguido por Argentina, España y Colombia.
“Mantener estos indicadores ha resultado un reto, pero estamos seguros de que la calidad del programa que año con año se presenta, así como el patrimonio cultural que el estado posee, la calidez de sus residentes, la competitividad y el profesionalismo del sector turístico guanajuatense, continuarán ampliando esos mercados”, manifiesta Juan José Álvarez Brunel.
El Festival Cervantino, dice el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, “ha forjado una historia de éxito formidable en estos primeros 50 años de vida”. Pero para llegar a ella se tuvieron que conjuntar muchos factores.
El rector general de la Universidad de Guanajuato, Luis Felipe Guerrero, lo expone así: “El Festival Cervantino no tuvo un comienzo sencillo ni surgió espontáneamente, fue resultado de un largo proceso de gestación. Comenzó a preparar su surgimiento cuando nadie concebía siquiera la posibilidad de su existencia. Ese inicio inadvertido pero seguro ocurrió con el estreno de una sencilla elaboración escénica, titulada en su momento ‘Presentación de los célebres tres entremeses de Miguel de Cervantes Saavedra, su mundo imaginario y la realidad de su mundo’.
“Esta presentación se llevó a cabo el 20 de febrero de 1953 en la Plazuela de San Roque, en ocasión de la II Asamblea Nacional de Universidades e Institutos de Enseñanza Superior. La agrupación de aficionados que estuvo a cargo de esa histórica función ni siquiera tenía nombre entonces; había sido fundada en la Universidad apenas unos meses atrás”.
El rector se refiere al Teatro Universitario, fundado en marzo de 1952 bajo la dirección del maestro Enrique Ruelas Espinosa, quien tuvo la idea de fusionar tres piezas cortas de Miguel de Cervantes y añadirles un prólogo y un epílogo que él escribió y recitó.
Ese espectáculo escénico original, expone el rector, “tuvo una resonancia inesperada, que comenzó a percibirse desde el día siguiente. La muy favorable impresión de los rectores asistentes, de los invitados especiales y de las más de 300 personas que presenciaron la función se debió a la extrañeza y al deslumbramiento surgidos de un hecho puntual: la novedad de ver representadas piezas del teatro clásico del Siglo de Oro español en un espacio al aire libre, teniendo como actores principales y de reparto, técnicos y responsables del vestuario y la iluminación a voluntarios –amas de casa, sastres, profesores– de la sociedad capitalina, quienes encontraron en esa convocatoria la posibilidad de adentrarse –como si estuvieran jugando, pero con una gran seriedad– en el conocimiento de la obra cervantina, canalizar su creatividad y convivir con sus semejantes. El efecto artístico y social, ya se sabe, fue esplendoroso”.
De ahí en adelante, todo mundo celebró la originalidad del espectáculo e iniciaron dos décadas de exitosas funciones ininterrumpidas, hasta que surgió la idea de crear un verdadero festival y esa idea la adoptó el gobierno federal de la época.
“La concurrencia de un movimiento local, de la voluntad del gobierno federal y de la condición universal de Cervantes dio paso a una decisión que tuvo su primera manifestación en febrero de 1971, con la designación de Guanajuato como “Vértice cervantino de América” por parte del Departamento Federal de Turismo y, pocos meses después, en octubre del mismo año, con la constitución de un comité organizador y de un patronato –presididos respectivamente por Rodolfo Echeverría y por la actriz Dolores del Río–, a quienes se les encargó preparar la primera edición del FIC, que se celebró del 29 de septiembre al 17 de octubre de 1972.
Durante la inauguración, el comité organizador entregó al maestro Enrique Ruelas una medalla de oro por sus aportaciones al festival: “sin usted y esa espléndida labor desarrollada a través de 20 años, este festival no se hubiera realizado”, dijo Dolores del Río.
En su discurso, Ruelas enfatizó la importancia del arte para lograr la paz, en medio de los conflictos, “cuando vuelva a reinar en la humanidad el sentido de la libertad, del amor y la piedad, que es el fin del Quijote, la humanidad volverá a encontrarse a sí misma y a gozar de la sabiduría de la paz”.
Sergio Vela, quien fue director del FIC de 1992 a 2000, asegura que “la corrección o la incorrección política jamás fueron asunto de discusión. Como director general, lo más que llegó a decirse fue, a manera de ejemplo: ‘En esta obra, La Malinche de Johann Kresnik, hay escenas que pueden disgustar a ciertas personas del público por su irreverencia religiosa y por sus alusiones a políticos vivos. Se pone sobre aviso y si alguien quiere abandonar la sala, se le suplica hacerlo de manera discreta. Nada más. En cuanto a la censura, ni siquiera fue mencionada, menos aún ejercida. ´
El festival, reflexiona Vela, “llega a cincuenta años en circunstancias que no son las más favorables: México cuenta con instituciones culturales fuertes y vigorosas, aunque hoy un tanto condicionadas por cuestiones ideológicas y quizá por una suerte de corrección política, además de muy menguadas presupuestalmente. Y la restricción presupuestal del gasto público afecta las posibilidades del FIC”.