Distroller, una quinceañera llena de imaginación
Perla Oropeza
No es lo que llamaríamos una “empresaria convencional” e incluso está segura de que el gen emprendedor no forma parte de su ADN. Sin embargo, Amparo Serrano, mejor conocida como Amparín, es el corazón y la mente de Distroller, una empresa llena de imaginación, color e ingenio.
“Aunque suene un poco cursi, Distroller nació el día en que yo nací. Es la acumulación de gotas que se fueron formando desde que yo era chica. Una tienda de Distroller en la actualidad es como era mi cuarto a los siete años, los mismos letreros, las muñecas de trapo que yo hacía.”
En entrevista exclusiva, nos habla del camino que transitó para encontrarse al frente de una empresa que ofrece más de dos mil diferentes productos en 30 tiendas de todo el país y que da empleo a 139 personas.
“Yo nunca di una en la escuela y mi mundo era crearme mi propia fantasía, desde chica he tenido ese mundo pegado a mí, no tengo otro. Yo nunca tuve la seguridad de que alguien podría pagar por las cosas que hacía.”
En lugar de un gen emprendedor, dice Amparín, “yo lo que tengo es una pasión y esa pasión se volvió un negocio. Porque esto, más que un trabajo o una empresa, es mi piña colada frente al mar”.
Hace 15 años surgió Distroller. Pero antes Serrano tuvo una empresa llamada Tres por Tres, que se dedicaba a hacer tarjetas para toda ocasión. Un día compró un horno y empezó a producir platos con sus diseños. Al principio los regalaba, pero pronto empezaron a pagárselos.
Conforme crecía el negocio en el comedor de su casa y el número de productos se multiplicaba, se vio obligada a contratar personas que le ayudaran y más tarde a abrir su primera tienda, llamada el Buen Ojo.
Eso ocurría a principios de los noventa. Amparín ya había terminado la licenciatura en diseño gráfico y dejado atrás su carrera artística, en la que grabó un disco con el dueto Media Luna y estuvo a punto de formar parte del grupo Flans.
Ahora ella dedica la mayor parte de su tiempo a la creación y diseño de nuevos personajes, que siempre traen tras de sí una historia.
“No creo que un negocio tenga como único fin obtener dinero, aunque todo el mundo lo necesitamos. No sobra, pero creo que si haces las cosas por dinero te vas a aburrir y si tú tienes una pasión y te dedicas a ella, van a acabar pagándote.”
–¿Crees que funcione para todos o eres una afortunada?
— Creo que funciona para toda la gente que tiene el grado de pasión que yo tengo por las cosas que hago. El problema no es encontrar quién te lo compre, sino encontrar la verdadera pasión de cada uno; eso es difícil, y en eso sí tuve suerte. Si tú tienes algo así, sí se puede convertir en un negocio. Y no se necesita mucho dinero, yo empecé con diez mil pesos, que eso fue lo que me costó mi horno.
«Lo que realmente hace la diferencia es la perseverancia. Me considero una persona súper trabajadora y muy constante y me tardé diez años en que saliera esto, creo que todo el mundo tiene un talento, lo único que faltan son las ganas de hacer las cosas, porque hay gente que después de un año se da por vencida.”
Como muchos de los artistas y creadores, Amparín tiene en la piratería un enemigo poderoso. Todos sus productos –que aparte de las boutiques se venden en tiendas departamentales como Palacio de Hierro y Liverpool– están debidamente registrados, pero eso no impide que se comercialicen copias ilegales.
Fabrica productos para todas las edades. Tiene mochilas, relojes, cojines, muñecas, objetos de cerámica y pulseras, entre otros objetos, todos decorados con sus dibujos.
Su personaje estrella es la virgen, de la cual hay alrededor de 800 diferentes modelos, con el concepto “virgencita plis”. “La virgen la hice caricatura porque no sé dibujar real; es un amuleto, es el símbolo mexicano, y yo digo que mi madrina es la virgen, fue con la que se levantó todo.”
Dos de los atractivos de sus personajes y productos son el toque mexicano y su sentido del humor. Lo mismo hace pulseras con el letrero de “Tener celulitis da buena suerte” que cojines especiales “para echar lágrima cuando tienes el corazón hecho pedazos” o un kit para la divorciada. “Siempre hay cosas traumáticas que puedes abrazar y decir: ¡qué increíble es eso!”, comenta Amparín
Uno de los aspectos que preocupa a esta creadora es el social. De todos sus productos un porcentaje es destinado a asociaciones como Michou y Mau que atiende a niños quemados y Luz de Vida, dedicada a apoyar a niños con cáncer.
También ha ilustrado cuentos de la Editorial Sopa de Letras con los que se busca crear conciencia sobre diferentes causas, como la lucha contra la violencia intrafamiliar.
–¿Qué te falta, cuál es la siguiente meta?
—Estamos tratando de entrar en Europa y de hecho ya estamos en Sudamérica, pero el verdadero objetivo es pasarla bien, divertirme lo máximo que se pueda, hacer las mejores cosas y concentrarme en crear productos.
“En el futuro yo me ubico dibujando toda la vida y bailando, que es otra de las cosas que me encanta hacer. Bailo hip hop, tengo un maestro muy bueno y llevo cinco años tomando su clase.”
—¿Qué necesitas para ponerte creativa?
— Estar feliz de la vida o estar traumada, porque a veces cuando estás en el momento más bajo se inventan buenos personajes. En mi casa dedico por lo menos diez horas diarias al dibujo. Tengo una mesa enorme cerca de mi cama, con diez mil plumones, lápices y marcadores, pongo la televisión nada más para oírla y me pongo a trabajar. Todo está hecho a mano en hojas bond y de ahí se escanea. En ese cuartito vivo y hago todo
Respecto a las ofertas que ha recibido para crear una película animada, aún no toma una decisión, aunque ya ha participado en cortos como Una historia guadalupanísima, sobre las apariciones a Juan Diego.