Ubicado en el municipio de Ixtapaluca, Estado de México, El Nido reúne en ocho hectáreas más de 300 especies y dos mil ejemplares, que están al cuidado de un equipo inter- disciplinario dedicado a proyectos de conservación de fauna en peligro de extinción. Es el tercer aviario más importante del mundo, donde científicos mexicanos hacen realidad la reproducción del quetzal.
IXTAPALUCA, Edoméx.— Ave mágica, envuelta en las historias de la cosmogonía maya y azteca, el quetzal evoca en su vuelo el movimiento de una serpiente, y sus plumas son aún hoy consideradas tesoros, como lo fueron en la época de Moctecuzoma, quien las eligió para adornar sus capas o penachos.
Clasificado como fauna en peligro de extinción, con apenas unos tres mil ejemplares en el planeta, su rescate y reproducción se convirtió en una verdadera pasión para el científico Jesús Estudillo López, quien fundó lo que es ahora El Nido, el aviario más grande de Latinoamérica y el tercero más importante del mundo –quizá junto con el de San Diego–, después de los de Alemania y Singapur.
Esta gran mancha verde rodeada por la urbe reúne en sus ocho hectáreas más de 300 especies y dos mil ejemplares, todos bajo el cuidado de un equipo interdisciplinario de alrededor de 80 personas, entre directivos, científicos y personal en general.
El aviario es fruto del esfuerzo personal del doctor Jesús Estudillo López. Pese a su importancia en el mundo, carece de apoyo gubernamental y subsiste sólo con donativos de los visitantes y de algunas instituciones y particulares. El proyecto está abierto a que más empresas verdes se acerquen y aporten recursos para mantener sus programas de investigación.
Jesús Estudillo, hijo del fundador de El Nido y ahora director general, comenta que la pasión de su padre nació de un viaje que realizó de niño por el istmo de Tehuantepec, que le permitió observar la diversidad de la naturaleza. Por eso es importante darla a conocer a la sociedad, porque “como decía Jacques Cousteau, nadie ama aquello que no conoce y nadie conserva ni cuida aquello que no ama”.
De acuerdo con el biólogo Óscar Escobedo, director científico y de área clínica, en el aviario se trabaja en proyectos reproductivos de siete especies: águila elegante, quetzal, águila real, guacamaya Jacinta, pavón, cotorrita serrana y águila harpía.
Se llevan a cabo intercambios con instituciones de México, Panamá, Bolivia y Estados Unidos, pero no se tiene la solvencia económica necesaria para mantener los proyectos constantes. «Nuestras cuotas de ingreso no nos permiten tener todos los proyectos al mismo tiempo. Nuestro presupuesto nos alcanza para hacer dos o tres proyectos al año”.
“El objetivo es continuar reproduciendo animales para obtener la base genética que en un futuro permita programas de liberación, y si todo marcha bien, tengamos al quetzal y el águila harpía otra vez volando en México.”
Sólo para atender la nutrición de los quetzales se requieren 12 mil pesos al mes. “Le damos crías de pequeños roedores, proteína de origen internacional, tenemos que importar alimento para conseguir una mejor posibilidad de reproducción. Además diariamente se le ofrece fruta fresca: papaya, mora silvestre plátano, aguacate, en las que se encuentran las vitaminas, minerales y aminoácidos esenciales para la sobrevivencia de estos ejemplares.
La clave del éxito
Salvador Figueroa Morales, subgerente operativo de El Nido, indica que parte del secreto del éxito en la reproducción de estas aves es precisamente la dieta. Y otra de las claves es la del hábitat, que luego de muchos años de investigación se logró reproducir en una superficie de 450 metros cuadrados por ocho metros de altura.
“Una de las aportaciones de Jesús Estudillo fue descubrir que los quetzales no tomaban agua de los arroyos, sino de las bromelias, plantas propias de su hábitat, que tienen una alta cantidad de taninos que les ayuda a reducir el hierro.
“Hasta antes de este descubrimiento, los quetzales en cautiverio morían. Por eso los consideraban un ave melancólica que no sobrevivía al encierro, pero la realidad es que no se sabía nada de su biología, alimentación, la temperatura y la humedad que requerían”.
Es, dice Figueroa, “un ave bonita, fantástica, que encontrábamos en los sitios donde había bosques mezófilos de montaña. Aquí en Puebla, en Cuetzalan, que significa lugar de quetzales, es donde acudía Moctecuzoma a capturar quetzales. Hoy sólo existen en libertad en la selva de los Chimalapas y en El Triunfo, Chiapas, así como en algunos lugares de Centroamérica.
“La gente puede ver el quetzal aquí de cerca, es uno de los tesoros mexicanos que a veces desconocemos que existen y lo ha logrado reproducir un mexicano con recursos propios.
En El Nido hay un espacio para felinos, entre los que destacan los jaguares, también especie en peligro de extinción. Este mismo año una de las parejas en exhibición tendrá una nueva cría. El macho, de aproximadamente cinco años, es de tono dorado y la hembra es oscura o pantera. Ya han tenido antes descendencia. Una de sus crías fue enviada al zoológico de Zacango como intercambio.
Ubicación
El Nido está ubicado en Avenida Acozac S/N, colonia Santa Bárbara, Ixtapaluca, Estado de México. El costo de la entrada es de $95 para público en general. Niños, adultos mayores y personas con capacidades diferentes pagan $80.
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Para mayores informes y realizar donativos, visite la página www.elnido.mx.