Perla Oropeza
Un día Daniel Manrique (1939-2010) comenzó a pintar en las paredes de las viejas vecindades de la colonia Morelos, en el centro de la Ciudad de México. Eran los años setenta y surgía así un movimiento que se llamó Tepito Arte Acá.
Era el arte visto como agente de cambio, pero también como medio para reafirmar la identidad de un barrio que, por estar conformado de migrantes de todos los estados de la República, era un ejemplo de la formación de la cultura nacional.
Manrique era todo un personaje, tenía el hablar “cantadito” de los tepiteños y vestía siempre de negro. Pero también era un artista completo, que dejó testimonio de sus cualidades como muralista en diversos sitios de México, Francia, Canadá y Argentina.
En una entrevista que le hicimos en 1980, él decía: “Tepito es una comunidad de cerca de 120 mil habitantes, digamos una comunidad anónima. Anónima, digo, porque como que verdaderamente está muy colgado que en una población de tanta gente nos conozcamos todos y pasaran lista. Y digo comunidad, porque todos obedecemos a un mismo rollo, y ese cuete es el barrio.”
Sobre Tepito Arte Acá decía: “Buscamos afirmar nuestra identidad como mexicanos. Como no queriendo y nada de que con humildad, decimos: es nuestra aportación al acervo cultural de nuestra patria.”
En sus murales predominaba el gris, y es que, decía, “los mexicanos somos grises, padecemos un terrible complejo de inferioridad, y nosotros acá decimos, los de Tepito, que pertenecemos a la universidad autónoma de a de veras, nomás porque asistimos a las aulas de la vida”.
En el Centro Histórico de la Ciudad de México, en el Centro del Reloj ubicado en Palma 33, se encuentra uno de sus murales (en el primer piso), llamado La Humanidad y el Tiempo, obra de 2003.
Dejemos que Manrique lo describa:
“En la parte casi central está un ruco, es Kronos, el mero papas frita del Tiempo; con su baisa izquierda amachina un reloj, tiene números arábigos que son los números que todos conocemos, números romanos y números mayas, representan las horas desparpajadas porque es neta que cada quien tenemos la hora y el tiempo que se nos pega la gana.
“Está el corazón que en su centro tiene un mecanismo complicadamente simple que es al mismo tiempo los latidos del corazón que el tic tac del reloj.
“En la parte izquierda está la familia humana en sus tiempos de vida: los chamaquitos, los muchachones y los adultos. La chavacana con su mano extendida sobre la mano de Kronos está en un ligero vacile, es la natural coquetería femenina que juega con el tiempo. Kronos tiene cuatro ojales, representan los cuatro elementos naturales, las cuatro estaciones del año y los cuatro puntos cardinales.
“Abajo del lado derecho están rucelitos, ruquita y ruquito que con ternura y tomaditos de sus manos esperan en el tiempo su hora final. En medio está un reloj de arena, están los últimos granitos que se deslizan con velocidad. En la parte de arriba dos rostros, son la vida y la muerte.
“En mero arriba están el sol y la luna y los planetas, claro, nuestro sistema planetario al que estamos cinchados en tiempo y espacio. La composición total de formas semigeométricas significan que los humanos siempre estamos retacados de cosas y siempre estamos sumergidos en cosas y todo y todos en el mismo espacio, en el mismo tiempo. Los humanos surgimos y nos diluimos en un mismo espacio en un mismo tiempo.
“El tiempo verdadero permanece estático por su impresionante e increíble velocidad en el eterno espacio, el infinito. Pero acá en la tierra, acá en nuestra dimensión humana… ¡apúrale guey, que se me hace tarde! Calmado, más vale tarde que nunca.”