La franquicia surgió como modelo de negocio a finales del siglo XIX con la fábrica de máquinas de coser Singer, pero llegó a México hasta 1965, cuando el empresario Adolph B. Horn trajo el concepto de Helados Bing.
A esta marca se unirían las hamburguesas Mc Donald’s, el pollo Kentucky Fried Chicken y los hoteles Howard Johnson, en los años ochenta. Aunque estas empresas crearon un antecedente, el nacimiento oficial de la franquicia en nuestro país se da en 1991, cuando se publica como figura en la Ley de la Propiedad Industrial.
A más de 20 años de su institucionalización, el sector ha mantenido un crecimiento sostenido de doble dígito en los últimos años, y ha logrado atraer la atención gubernamental, lo que llevó a la creación del Programa Nacional de Franquicias (PNF), que ha otorgado financiamiento para la creación de nuevos modelos de franquicias y la apertura puntos de ventas desde finales de 2007.
El programa, que se encuentra a cargo de la Secretaría de Economía (SE), ha liberado en su historia recursos por más de 600 millones de pesos, y ha apoyado a más de dos mil empresarios, entre franquiciantes y franquiciatarios.
Se calcula que hasta antes de su implementación, existían alrededor de 700 franquicias, y actualmente se estima que existen mil 500 marcas. En cuanto a puntos de venta, en 2007 se hablaba de 60 mil, y hoy en día se contabilizan 75 mil.
Consolidación del sector
Con estas cifras, se considera que el sector franquicias ha entrado en un proceso de consolidación, que lejos de presentar tranquilidad para sus participantes, representa el surgimiento de nuevos retos, como el combatir la falta de cultura empresarial que reina en nuestro país, sin recurrir a una regulación paternalista.
“El sector no necesita una mayor regulación, porque estamos hablando de un trato entre empresarios, y ambos tienen la obligación de proteger sus intereses. La función del estado no es proteger ni capacitar al empresario, sino proponer los medios para que surjan más empresas.
“La persona que decide invertir en el sector, ya sea aquel que tiene un negocio familiar y decide crear su franquicia o aquel que tiene recursos y decide invertir en una, debe estar consciente de las responsabilidad que esto conlleva, y buscar asesorarse”, resaltó Enrique Alcázar, director general de la consultora Alcázar & Compañía.
Agregó que crear una franquicia no es un proceso sencillo, y se requiere conocimiento en temas financieros, operativos, jurídicos, mercadológicos, entre otros, lo que hace imposible que una sola persona los maneje todos, por lo que es necesario que la empresa busque ayuda de profesionales.
En el caso de las personas que deciden invertir, ya sea porque son recién egresados de la escuela, se jubilaron, los despidieron, o tienen un dinero ahorrado y quieren hacerlo rendir, es indispensable que se informen, que revisen detenidamente el contrato, y si no se tienen conocimientos legales y jurídicos, se acerquen a un abogado.
“Las estadísticas nos dicen que de 100 por ciento de las empresas familiares que pasan de primera a segunda generación, sólo sobreviven 30 por ciento, y de segunda a tercera, solamente 10 por ciento. El modelo de franquicias permite ampliar la permanencia del negocio.
“Y mientras un negocio independiente tiene 20 por ciento de posibilidades de sobrevivir dos años, un negocio franquiciado tiene 80 por ciento de rebasar los cinco años en el mercado. Esto nos muestra la fortaleza del modelo de negocio, y lo importante que es asesorarse al invertir en él”, resaltó el experto.
Regulación perceptible
Para Juan Manuel Gallástegui, director general de la consultora Gallástegui Armella Franquicias, la problemática de la falta de cultura empresarial entre los mexicanos es un tema que debe ser tratado, y aunque no representa un riesgo inminente para el sector, si podría frenar su constante crecimiento en un mediano plazo.
“La franquicia es, en general, pequeña y mediana empresa, y la falta de cultura empresarial inicia, en muchas de las ocasiones, desde el franquiciante, que con tal de expandirse no desarrolla un modelo de negocio sólido ni un modelo financiero, y se conforma con hacer un par de proformas y con eso cree poder indicarle al inversionista cómo se va a comportar el negocio.
“Por otro lado, tenemos al franquiciatario, que en algunos casos no entiende bien los conceptos, que cree que va a empezar a ganar dinero desde el primer mes, y que no entiende que necesita un capital de trabajo. Además, nos hemos encontrado con casos que aunque la persona no entiende los términos, no pregunta”, afirmó.
Para el experto, para garantizar la creación de buenos empresarios dentro del sector franquicias, es obligatoria la profesionalización de las empresas consultoras.
“Una firma de consultoría responsable se preocupa por hacer un simulador que les permita entender tanto al franquiciante como al franquiciatario cómo se va a comportar el negocio con cada uno. Además lo debe complementar con un glosario de términos, y con un seminario para aclarar cualquier tipo de duda”, resaltó.
Aun cuando existe esta inquietud, Gallástegui manifestó no estar a favor de una mayor regulación del sector, pero sí a una revisión de la regulación actual.
“La máxima norma que debe existir entre un franquiciante y un franquiciatario es el contrato, y en la medida que hagamos buenos contratos, cada vez más claros y precisos, se prevendrán los conflictos. Aunque ya existe un contenido mínimo del contrato en la ley, los puntos planteados no son los adecuados; y la ley en la que se planteó no es la correcta, debería estar en el código de comercio.
“Además se debe detallar mejor el contenido de la Circular de Oferta de Franquicia, y darle una figura legal, ya que la ley se refieren a ésta como la información esencial que debe proporcionar la franquicia. Asimismo, se deben establecer las obligaciones y derechos fundamentales de franquiciantes y franquiciatario, tratándolos como iguales y sin plantear un estado de vulnerabilidad para alguna de las partes”, dijo.