El confinamiento que trajo la pandemia dio el ‘empujón digital’ a la población infantil.
En México 76.3 por ciento de los niños de 6 a 11 años tiene acceso a internet, lo que significa alrededor de 10.1 millones de menores, y de ellos 8.6 millones tienen un celular y más de la mitad cuenta con acceso a por lo menos una plataforma de streaming por suscripción.
De acuerdo con un estudio realizado por The Competitive Intelligence Unit (The CIU), entre las principales actividades que realizan los niños y niñas en dispositivos móviles conectados, predominan el acceso a redes sociales (81.8%); mensajería instantánea (72.7%),aplicaciones de entretenimiento (63.5%) y jugar o acceder a música y audio (45.5%).
El acceso al internet tuvo en 2022 un incremento anual de 3.3 puntos porcentuales, mientras que la tenencia de móviles aumentó 4.7 puntos porcentuales, debido principalmente a la caída en precios de los servicios y la creciente realización de actividades escolares y de entretenimiento durante la pandemia y postpandemia.
El incremento en la preferencia y consumo de entretenimiento digital entre la niñez se evidencia también en los videojuegos, que son el número uno entre las tecnologías adoptadas. Se estima que son gamers 87.5% del total de los niños mexicanos, equivalente a 11.6 millones.
Esto se debe principalmente a la accesibilidad que habilita la tenencia de smartphones en el hogar, la cual se aceleró a partir del confinamiento que trajo consigo la pandemia. Esta circunstancia aproximó a niños de todas las edades a la tecnología como nunca antes. Fue prácticamente un ‘empujón digital’ no sólo para esta población, sino para la sociedad en general.
The CIU prevé que ese ‘empujón’ “será mayor con el paso de los años, al tratarse de un grupo etario conformado por nativos digitales, es decir, que nacieron con habilidades innatas para hacer uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en comparación con generaciones anteriores”.
Y aunque son evidentes los beneficios de estas estas herramientas para los procesos educativos, sociales y culturales, también lo es que abren la puerta a nuevos retos y peligros que deben de ser regulados tanto en la legislación como en el ámbito familiar.